sábado, 11 de julio de 2009

En brazos de la fiebre



Puedo mirar por tu ventana.
Puedo seguir tus movimientos, algo entrecortados por tu ir y venir de un ambiente a otro.
No te espío, te merodeo…
Sujetás el teléfono entre la oreja y el hombro mientras buscás algo en el bolsillo de la campera que esta tirada junto a la ventana. La arrojás de nuevo moribunda al lado de un sillón y te sentás sacándote las zapatillas frotando un pie contra el otro.
Te veo reír. Vos no me ves mirarte.
Tu gato se trepa buscando caricias y lo acostás sobre tu falda. Cómo te reís. Veo que te reís fuerte. El gato se baja.
Apoyás el teléfono en el brazo del sillón, ya cortaste.
Te sacás rápido la remera y retomas el inalámbrico, seguís hablando, yo pensé que habías cortado.
Te acercás a la ventana y yo me corro rápido, con una puntadita en el pecho, me escondo detrás de la pared como si pudieras verme, como si ya supieras que te observo. Vuelvo a mirar, asomando sólo el ojo izquierdo. Tenés la frente apoyada en el vidrio y con la yema del dedo índice hacés dibujitos sobre el círculo de humedad condensada que generas con tu aliento caliente.
Volvés al sillón.
Con una mano te desabrochás el cinturón. Seguís con un par de botones de la bragueta.
Salgo del escondite y me paro de frente, bien de frente, para verte mejor. Acomodas de nuevo el teléfono entre tu cara y el hombro, y ahora que tenés esa mano emancipada de la charla, la enviás en ayuda de la otra que está investigando por debajo de tus jeans. Se te cae el teléfono y yo retrocedo unos pasos como buscándolo a mis pies. Tratás de sujetarlo, yo también me acomodo, te torciste un poco, pero así mejoras mi campo visual. Seguís hablando con la cabeza apretando fuerte el teléfono. El gato se sube y lo sacás con el codo. Te arqueas hacia arriba y las dos manos empiezan a chocarse apuradas por estar adentro de tus pantalones. Flexionas las rodillas, levantas la cola y empezás a bajarlos. Yo abro la ventana para que el reflejo no me moleste. Detrás tuyo el gato mueve la cola enojado. Detrás mío se abre la puerta y entra Marcelo. –“Que frío de mierda! Qué hacés ahí? Cerrá esa ventana y sacá la cervecita del freezer Tati, vení rápido que se enfrían las empanadas…”

M.C.
Julio 2009

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