martes, 22 de septiembre de 2009

Inventario


XXI

Voz de nadie, extranjera
al otoño, y en un tiempo recogida
en el ojo que sangró tanta
claridad. Tu tendón
no sana, es
otra cuerda, trenzada
con tinta, doliéndose a través
de esta mano inexperta: que devuelve
o arrastra hasta nosotros
las imágenes: este cadáver
clarividente, cantando
desde su espejo en la horca; una breve
mirada,
como piedra arrojada
contra el hielo de abril,
tañendo en lo más hondo
el pozo de tu aliento; un ojo,
y luego
otro más. Hasta que el buitre
sea la palabra
que sacie estos desperdicios, la noche
será tu presa.

Paul Auster - Desapariciones.

Gracias Marcela Vivar por estos poemas.

City Zen


"Sonriendo para ella buscó asiento hacia el fondo, halló vacío el que correspondía a Puerta de Emergencia, y se instaló con el menudo placer de propietario que siempre da el lado de la ventanilla."

Julio Cortázar - Ómnibus

martes, 1 de septiembre de 2009

Two shots of happy, one shot of sad


- ¿Viste que la felicidad a veces se nos presenta de la mano del temor a la caducidad?
- ¿Qué? No, no ví.
- Pero sí. Como con un libro por ejemplo. Cuando lo voy leyendo soy feliz, y me va dando miedo de que se termine... Así es la felicidad.
- No. Así vivís vos la felicidad.
- Que se yo… a mí la felicidad siempre me vino con fecha de vencimiento. A veces me vino muy cerca de la fecha y otras, ya unos días pasadita. Por eso, ahora, cuando la tengo, me sigue dando un poquito de miedo a que caduque, a que se venza, a que se pudra, ¿viste?
- Fecha de vencimiento… ¿y dónde la tiene?, que te parió, yo nunca me dí cuenta.
- Será porque a vos te vino la edición limitada, sacaron dos o tres ediciones sin vencimiento. Qué suerte que tuviste… La fecha está en cualquier lado, los fabricantes son piolas en eso, sabes lo que he tenido que buscarla… pero a veces no la encontrás y tenés que decidir, si te la quedás igual, aunque no sepas la fecha. Arriesgando.
- Aha…
- ¿En serio nunca te pasó? Que loco… ¿nunca tuviste que rasparle el moho que se le empieza a hacer en la parte de arriba?, ¿ir pescando con una cucharita los honguitos verdes que se le van formando en los bordes?, despacito, bien despacito para no sacar ningún pedacito que todavía aguante…
- No…
- Y mirá que no es que yo no la disfrute, eh. No soy de las que la van cortando en fetitas delgadas para que dure más. No soy de estirarla. Yo cuando la tengo la gasto, digamos que me pongo el frasco entre el pecho y el brazo flexionado y me la voy comiendo a cucharadas, pura, así no más, desde el envase. Prefiero sentirla bien, saborearla hasta empalagarme, reventar de felicidad, pero no mezclarla o fraccionarla para que dure. Cuando la tengo, la tengo.
- A vos te falta una tuerca…
- ¿Qué decís?, yo te explico cómo es el tongo del asunto y vos me decís que estoy chiflada? Vos no tenés idea de la suerte que venís teniendo. Preguntale a cualquier boludo como es la cosa con la felicidad. Vas a ver que todos te dicen que es así, como digo yo. Que la felicidad se vence. Claro que las hay larga vida. Y también hay lugares en donde encontrás mejores calidades. Yo encontré un lugar en La Paternal que da gusto. Ahí hacen felicidad de primera. Y te la dan en envase de luxe, no sabes, bárbara.
- Bueno… ojalá que te dure…
- Si, sabes que sí. Esta vez conseguí un buen proveedor. Le tengo fe. No lo cambio por nada. Y no sabes lo fresquita que es. La labura lindo el chabón…

Paula Hewson
Septiembre 2009.

Tengo una muñeca que regala besos


C. lloraba cuando veía “Más Allá De Los Sueños”. Y cuando no la veía también.
C. soñaba con gente que se moría en el mismo cuarto de donde ella no podía salir.
C. no se tocaba su cicatriz cuando se bañaba.
A C. solían decirle que tuviera cuidado con los hombres, con los perros, con el frío y con las ilusiones. Según V. no se protegía lo suficiente de esas cosas.
C. no era supersticiosa.
C. no sabía cantar, pero cantaba igual. Y bailaba muy bien, pero nunca lo hacía.
C. no decía mentiras, tampoco las detectaba.
C. tenía algunas visiones.
A C. le gustaba el mar, pero escalaba montañas.
C. tenía pocas pulgas, pero picaban.
C. no buscaba el cofre de oro al final del arco iris.
C. no creía en dios, porque dios no creía en ella.
C. no sabía jugar a las escondidas, la encontraban aún tratando de decidir dónde se escondería.
C. había dejado de fumar unas doce veces, y lo haría otras tantas.
C. estornudaba fuerte.
C. era generosa con todos y avara consigo misma.
A C. se le caían las cosas de las manos.
C. no le tenía miedo al amor, el amor le tenía un poco de miedo a ella.
A C. le gustaban los círculos, los empedrados, los chocolates, los jazmines y los imposibles.
C. no podía disimular la tristeza pero sabía contener la risa.
C. no creía en fantasmas pero vivía en la casa de los espíritus.
C. no sabía detenerse a tiempo.
C. pedía perdón antes de haber pecado.
C. tenía miedo de perder lo que aún no había encontrado.

Nunca conocí a C., sólo transcribo aquí las habladurías de la gente.

Paula Hewson
Julio de 2009.