miércoles, 13 de julio de 2011

Demonios

Todas estas palabras que me llegan que dibujo que me queman que se transforman en textos y más aún más mucho más que no puedo detener que no puedo controlar y las palabras que me trepan que se cuelgan de mis manos y se arrojan desde mis dedos y las otras que se meten por mi boca y que escupo con miedo con tristeza con rapidez sin pensarlas sin tragarlas sin quedármelas y con este oficio de ciegos de sordos de mudos este oficio que me arranca las entrañas y me deja sin aliento este escribir sin pensarlo esta locura de dar y de darte y de darme y de no esperar de no esperarte de no esperarnos este sin sentido que toma forma este crepitar de letras este fuego que me seca la piel esta fugacidad este avanzar sin ir a ninguna parte este querer sin querer este amor voraz este torpe estremecimiento este corazón sin palpitar que se despierta y que despierta los sentidos despierta las caricias despierta en sueños y trabaja para amarte para quererte para llevarte a cuestas en los labios en las sienes en las piernas en la cintura en el sexo en las yemas de los dedos en las palabras las palabras otra vez que son mi lengua y mis ojos las palabras que no me dejan vivir en paz ni morir en guerra que no me dan tregua que no me dejan descansar en el cansancio con la tenacidad de quienes deben nacer crecer morir con el desliz vulgar con la razón indigna con el capricho mediocre con insistencia descubriendo mis sentimientos palabras que delatan que se venden se prostituyen se revuelcan en mi cuerpo en mi mente en mi recuerdo palabras que serpentean en este laberinto que corren que huyen que se quedan palabras que se yerguen como estatuas que se desmoronan como castillos de arena que se regalan que se asustan y se esconden tras mis ojos palabras que te esperan que me desesperan que te son leales que me son infieles ingratas palabras mal traídas mal nacidas mal heridas mal vividas y otras bienaventuradas bienvenidas palabras que se tropiezan se confunden se devoran entre ellas que compiten por tus ojos por tus manos que te desean que se adueñan de esta dueña sin titulo de propiedad sobre ellas que se sacuden del lomo la tierra que se ahogan en tus mares que se refugian en tus tal vez que se dan vuelta y me miran sonrojadas sorprendidas aturdidas arrepentidas agradecidas y se quitan los bozales se apoderan de mis riendas de mi resistencia que me quiebran que me dejan desnuda la piel desnudo el rostro desnuda el alma desnudos los pies que te siguen desnuda la boca que te grita que te moja que te pide palabras que tropiezan que se rasguñan que se quejan y lloran y me suplican y me ruegan y se amontonan y se escapan de mí y me despojan nuevamente me hurtan la conciencia me rebalsan me enloquecen como enloquecen las horas como enloquece el tiempo quieto como se quedan sin cordura las noches que no me duermes que no me velas que no me colmas con el viento que me azota con las sombras que me envuelven con el insomnio en esta madrugada con la oscuridad en la ventana y en la lluvia que me canta que invita a mis palabras a danzar en torno de mi hoguera en este ritual en este acto sin igual de concebirlas de gestarlas de parirlas.




M.C.


2011-07

lunes, 13 de junio de 2011

En la ribera.

No lo vi venir, pero me pareció buena gente y traía una cajita Casino. Navegaba por mi rio ese piojo, con un hachazo en el ojo, y su flor en el ojal. Me dije “¿qué puede querer más que quitarme algunos puntos por el tanto mal habido?”, pero cuando desembarcó me trucó los naipes, me abrió la heladera, me vació la botella de tequila y se le derramó la sal en la mesa. Aunque medio descarado, me seguía resultando interesante, y ya más acostumbrada a su presencia empezaron las preguntas, muy acodado el piojo en el borde de la mesa iba abriendo grande el ojo sano mientras yo le contestaba que no, que no creo en dioses pero si en demonios; que no me gustan los días bajo cero pero si el otoño; que no me tienta el paraíso pero tengo bajo la almohada el óbolo para Caronte; que me banco la pelusa pero no me gustan los duraznos; que soy perdedora mala pero compulsiva; que busco mucho pero que no encuentro nada; que los gatos negros me traen buena suerte y los perros ladran cuando me ven al galope. Cuando quise preguntarle yo, se sacó la flor de la solapa, la olfateó bohemio e histriónico, me dijo que me la daría gustoso pero que era un recuerdo y me dijo que no, que los piojos no tienen memoria, porque aunque pequeños son grandes caballeros, y que no, que no me ponga infantil ni caprichosa porque él no respondía a nada ni a nadie, claro estaba. Boqueé que era injusto y se paró en dos de sus seis patas, se corrió una antena de la frente y señalándose el rostro me increpó: “que sabrás vos de injusticias, apresurada Marcela”. Creí entonces que ofendido se iría por donde había venido pero me sorprendió preguntándome si no tenía un cafecito, que la humedad lo estaba matando y que algo calentito le iba a sentar bárbaro. Ya medio podrida de la desfachatez de mi visita le comenté que yo nunca jamás había tenido piojos ni caries y que pensaba seguir en plan de no tenerlos, pero rascándose la cicatriz me dijo que lo tomaba amargo y fuerte. La verdad es que me paré, prendí la hornalla, busqué el Franja Blanca, tiré un par de cucharadas en el agua y volví a poner la azucarera sobre la mesada, porque lo tomaba amargo me había dicho. Filtré en silencio, se lo llevé a la mesa y puso cara de aprobación mientras con la pata derecha se llevaba el humito del aroma a, digamos, las fosas nasales. Se clavó el cafecito y en el mientras tanto yo mezclaba las cartas, no pudiendo sacarle la mirada de encima. El piojo me pidió el mazo, buscó la marca en el cuatro de copas como para verificar, me lo devolvió, cortó picando y cuando caliente e inspirada por lo que había ligado le canté “Del cielo bajo un pintor, pinto la luna y el sol, pinto a tu hermana en pelotas y en cada teta, pinto esta FLOOORRRRRR”, sin levantar el ojo de la baraja, me dijo que él jugaba sin jardinera.


MC.

13/06/2011.

jueves, 24 de febrero de 2011

Wandering spirit

Tres de la mañana.
Cata se incorpora en la cama con los ojos demasiado abiertos.
Mira a la derecha y Mariano duerme placidamente. No fue una pesadilla, fue una revelación: Tenía que pintarse una uña de color azul. Si, azul.

Se mira los diez cuadraditos rojos y sin dudarlo la elegida es la del anular derecho. Ahora, ahora mismo, antes de que la epifanía se desvanezca.
Corre Cata al baño y revuelve ruidosamente los frasquitos y ahí está, empieza a sacudir frenética el Azul Electro mientras abre con la boca la tapita del Cutex Antiquiebre. Ya limpita la superficie antiguamente roja, procede al sacrificio. Sentada a los pies del inodoro, con la tapa a modo de mesita, comienza a esmaltar en trance.

Mariano, apoyado contra el marco de la puerta, mira y decide no preguntar, puede ir al bañito nuevo y mejor, mejor no preguntar, a ver si todavía se desvela por la respuesta. Mañana decidirá si lo soñó o si corresponde la consulta.

Cata se mira el dedo satisfecha. Aplacada. Se apagó el incendio que la necesidad imperial de azular al rojo monopolio había propagado.
Mientras agita la mano para que el secado rápido sea más rápido reza: -”ah, bendita tu eres entre todas las rojitas”. Y vuelve a la cama procurando que la mano intervenida quede fuera de las sábanas.

A la mañana le alcanza un mate a Mariano que, mirando fijo, le dice: - “me gusta che”.
Cata, histriónicamente sorprendida, agradece: - “qué cosa, ah sí sí, no se, linda, no?, gracias!”.

Durante el transcurso del día Damián se agarra la cabeza, Chiche festeja la incoherencia; Rulo sugiere pintar de azul y amarillo, intercalado. Laura le canta el estribillo de “El Rebelde” de La Renga mientras se ríe. Jo le pregunta si puede pintarse igual. Nico la agrega a su Facebook. Lorena la trata de grasa. Rodrigo se encoge de hombros y entre unos y otros se construye el castillito de arena que será arbitrariamente desmoronado por las olas de la acetona en cuando Cata se aburra del asunto.

Ergo, el único, verdadero e indigerible problema aparece a la nochecita, de visita en Belgrano, cuando su mamá dispara a quemarropa un devastador, fulminante y mortal “me encanta”.

Y así fue que, colorín colorado, este azul ha terminado.

MC
02/2011