lunes, 21 de diciembre de 2009

Sabor a mi


Alguna vez se te infectó la herida, se te oxidaron los clavos que te sostenían en la cruz… Pablito clavó un clavito… qué clavito clavó Pablito, vos me dirás.
Dolió y supuró, y cuanto más limpiabas más habrás visto el agujero. Casi casi llegaste al hueso.
Pero dale, vení, vení y maullá nomás, ronronéame toda, como a mí me gusta. Ahora aséate si querés.
(Quién te dice que en otra vida alguien no compre mi Moleskine mamarracheada en alguna feria de antigüedades…)
Querer querer, lo que se dice querer, queremos todos. Pero yo te quiero hasta la médula, te quiero hasta la punta de los pelos, hasta tu última gota.
Y sí, soy yo, el sujeto raro que te escucha cuando hablás, la que a cada monosílabo se le va la vida. Soy la que derrite chocolates con la mirada y congela el agua en las cubeteras.
Soy la que te busca en la oscuridad y llora de felicidad cuando te encuentra. Que oscuridad más bonita. Ya no hace falta dormir con el bambi luminoso en el tomacorrientes del cuarto.
Dale, quereme toda. Y después contame qué tal se siente haberme querido así.

MC
29-11-2009

martes, 15 de diciembre de 2009

Mujeres Fatal


A menudo Paula pasaba largos minutos hipnotizada por el titilar del cursor del Word, intentando poner un nombre a su personaje femenino de turno. Con los hombres le costaba mucho menos, los nombres masculinos se agolpaban en la punta de su lengua haciendo fuerzas por salir primero, pero las chicas no, las mujeres eran un caso de esfuerzo extremo y cuando creía tener uno, enseguida caía en la ineludible necedad de las comparaciones. Un nombre siempre nos remite, nos dispara a un rostro, a alguien que adoramos o a esa persona que hubiéramos preferido perder mucho antes de encontrarla. Y para mayores, Paula no tenía mucho feeling con el género. Apoyados los codos en el escritorio, los dedos empezaban a tamborilear los unos contra los otros a la altura de la puntita de la nariz. Dedos tamborileando, cara ladeada, frente abajo, cara hacia el otro lado, los dedos siguen tacaquetacatetaca (sonido imaginario porque las yemitas golpeándose entre sí no suenan a nada…), dedos ahora repiqueteando en pera, manos asiendo cabellos… “Marta…!, no, Marta no, Marta es mi tía. Que vida de mierda mi tía, pobre”, “Analia…, eh! Analia, si sí, puede ser, pero no, a él le puse Álvaro y Álvaro y Analia son demasiadas aes….”, “Juana!, pero Juana es Juanita, no, no me da, Juanita es lo más y mi Juana es un lamento…”, “Alicia, Alicia…, Alicia no puedo, a Alicia quiero usarla para eso que tengo anotado en el blockcito…”, “Luisa?, Luisa es como que dá mina grande… y ésta del cuentito es más pendeja”, “Lola!!, ahí’stá!! A Lola no la usé, vamos Lola carajo!!...” Y así, en resumidas cuentas, cada vez que aparecía una fémina en la historieta.

Paula tenía dos nombres prohibidos por motu proprio, por admiración descomunal. Paula no podía escribir con Laura, Laura era la ficción y la no ficción de alguien que le había puesto copyright a sangre a ese nombre. Laura era de otra mujer. Laura había muerto literalmente cuando la sentenciaron a ser perpetrada en los maravillosos párrafos que ahora se habían ido al otro lado del mundo.

También estaba María, pero María ya tenía bastantes aventuras y desventuras de la mano de otra mujer que bien sabía hacerle honra en sus poemas.

Sin Laura y sin María el universo literario se achicaba a unas tortugas sosteniéndolo a duras penas.

Durante el ríspido ejercicio del bautismo, sin querer pensarlo siempre pensaba en las mujeres de su familia, en las pocas y duras mujeres que la habían formado (o deformado) sin caricias y sin loas. Siempre caía en la trampa mortal de la niñez y el desamparo, la adolescencia y la lejanía, la adultez y las responsabilidades que la ligaban a ellas. Sin querer hacerlo siempre hacia un repaso de las malas noticias que las rodean, haciendo hacia el final un desmedido acto de arrojo y de condescendencia para ligarlas a las pocas, poquísimas, buenas nuevas con las que podía asociarlas, para disipar las turbulencias durante el vuelo creativo. A veces le empezaban a caer a chorros las lágrimas y a veces sonreía irónicamente y sacudía la cabeza para ahuyentarlas.

A menudo Paula conseguía mujeres que la salvaban y le permitían seguir el camino de la precoz eyaculación de sus escritos (Paula solía escupir ideas, garabatear textos que al ser leídos por la mañana eran bajados a patadas en el culo del pedestal forjado en la noche, Paula solía escribir como vivía, sin pensarlo demasiado y revisando años más tarde los errores de ortografía). Pero a su favor puedo decir que lo intentaba, que seguía buscando en los párrafos que le chorreaban de las manos mujeres que pudieran ser portadoras de lo que su ajetreado interior le iba soplando.

MC, para Paula Hewson. (Y también para dos increíbles escritoras argentinas contemporáneas: Marcela Vivar y Jimena Arnolfi)
15-12-2009

domingo, 29 de noviembre de 2009

Fin de semana salvaje


Es muy difícil negarse al amor cuando éste tiene nueve años.
Cuántos recuerdos vagos, o cuánto vagar por los recuerdos. En hora y media de ida y en hora y media de vuelta puede pasar mucho tiempo por adentro.
Longchamps Boogie.
Camino de cintura. Maderera. Rotonda. ¿Vaga, dá para el aprete? Movida zonasureña en el corazón y en las tripas. Tu casita de Padre Javier y tus discos en Wilde 830. Una reminiscencia lleva a una idea. Esa idea lleva a una pregunta. Su respuesta no lleva a nada. Cavilaciones y una emoción que se atora en la garganta, en la nuez de Adán femenina. Este domingo le dieron libertad condicional al pasado. Y esos árboles que tienen las hojitas plateadas del otro lado. Y sabrás entonces que este trip fue todo un viaje.
Ah, y a mi mamá le gustaban las violetas, ¿cómo te acordaste?.
Movidito el ánimo y temblando un partido en la radio. El chofer llora los tres lagrimones que se le cayeron a Boquita, a estas horas San Lorenzo terminó por romperme el corazón, que absoluta tristeza trae un domingo futbolero, creí que ya no me acordaba. Afuera llueve con mano firme. Limpio con los nudillos el vidrio empañado y con un suspiro largo lo empaño de nuevo, tengo los nudillos muy cansados como para volver a limpiarlo, puedo percibir igual el exterior a través del fuera de foco.
Los que me rodean duermen boquiabiertos como animales de zoológico en verano a la hora de la siesta. El oso polar de la isla tiene calor y yo tengo frío en las piernas. Por suerte escuché tu cd arriba de mi mula de cuatro ruedas.
Ahora dormí sin frazada, ya saldé las cuentas que vos no pagabas.

M.C.
11/2009.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Nada es gratis en la vida.


Marcela está triste. Tristísima. Tristota. Tristeísta. Tristante. Tristezota. Tristérica. Tristoza. Tristegésima. Tristoide. Tristepléjica. Tristenoica. Tristojada. Tristegada. Tristerilla. Tristorme. Tristoliente. Tristeña. Tristedora. Tristoísta. Tristenal. Tristojadiza. Tristotada. Tristegénica. Tristocénica. Tristásica. Tristetista. Tristepática. Tristaloide. Tristelínica. Tristenosa. Tristóloga. Tristeante. Tristófora. Tristalina. Tristógrafa. Tristelítica. Tristómana. Tristetlántica. Tristélida. Tristoníaca. Tristeñida. Tristobunda.
Habrá sido el día lluvioso. LLuviente. Lluvietoso. LLuvietón… Habrá sido.

Paula Hewson
Noviembre 2009

martes, 22 de septiembre de 2009

Inventario


XXI

Voz de nadie, extranjera
al otoño, y en un tiempo recogida
en el ojo que sangró tanta
claridad. Tu tendón
no sana, es
otra cuerda, trenzada
con tinta, doliéndose a través
de esta mano inexperta: que devuelve
o arrastra hasta nosotros
las imágenes: este cadáver
clarividente, cantando
desde su espejo en la horca; una breve
mirada,
como piedra arrojada
contra el hielo de abril,
tañendo en lo más hondo
el pozo de tu aliento; un ojo,
y luego
otro más. Hasta que el buitre
sea la palabra
que sacie estos desperdicios, la noche
será tu presa.

Paul Auster - Desapariciones.

Gracias Marcela Vivar por estos poemas.

City Zen


"Sonriendo para ella buscó asiento hacia el fondo, halló vacío el que correspondía a Puerta de Emergencia, y se instaló con el menudo placer de propietario que siempre da el lado de la ventanilla."

Julio Cortázar - Ómnibus

martes, 1 de septiembre de 2009

Two shots of happy, one shot of sad


- ¿Viste que la felicidad a veces se nos presenta de la mano del temor a la caducidad?
- ¿Qué? No, no ví.
- Pero sí. Como con un libro por ejemplo. Cuando lo voy leyendo soy feliz, y me va dando miedo de que se termine... Así es la felicidad.
- No. Así vivís vos la felicidad.
- Que se yo… a mí la felicidad siempre me vino con fecha de vencimiento. A veces me vino muy cerca de la fecha y otras, ya unos días pasadita. Por eso, ahora, cuando la tengo, me sigue dando un poquito de miedo a que caduque, a que se venza, a que se pudra, ¿viste?
- Fecha de vencimiento… ¿y dónde la tiene?, que te parió, yo nunca me dí cuenta.
- Será porque a vos te vino la edición limitada, sacaron dos o tres ediciones sin vencimiento. Qué suerte que tuviste… La fecha está en cualquier lado, los fabricantes son piolas en eso, sabes lo que he tenido que buscarla… pero a veces no la encontrás y tenés que decidir, si te la quedás igual, aunque no sepas la fecha. Arriesgando.
- Aha…
- ¿En serio nunca te pasó? Que loco… ¿nunca tuviste que rasparle el moho que se le empieza a hacer en la parte de arriba?, ¿ir pescando con una cucharita los honguitos verdes que se le van formando en los bordes?, despacito, bien despacito para no sacar ningún pedacito que todavía aguante…
- No…
- Y mirá que no es que yo no la disfrute, eh. No soy de las que la van cortando en fetitas delgadas para que dure más. No soy de estirarla. Yo cuando la tengo la gasto, digamos que me pongo el frasco entre el pecho y el brazo flexionado y me la voy comiendo a cucharadas, pura, así no más, desde el envase. Prefiero sentirla bien, saborearla hasta empalagarme, reventar de felicidad, pero no mezclarla o fraccionarla para que dure. Cuando la tengo, la tengo.
- A vos te falta una tuerca…
- ¿Qué decís?, yo te explico cómo es el tongo del asunto y vos me decís que estoy chiflada? Vos no tenés idea de la suerte que venís teniendo. Preguntale a cualquier boludo como es la cosa con la felicidad. Vas a ver que todos te dicen que es así, como digo yo. Que la felicidad se vence. Claro que las hay larga vida. Y también hay lugares en donde encontrás mejores calidades. Yo encontré un lugar en La Paternal que da gusto. Ahí hacen felicidad de primera. Y te la dan en envase de luxe, no sabes, bárbara.
- Bueno… ojalá que te dure…
- Si, sabes que sí. Esta vez conseguí un buen proveedor. Le tengo fe. No lo cambio por nada. Y no sabes lo fresquita que es. La labura lindo el chabón…

Paula Hewson
Septiembre 2009.

Tengo una muñeca que regala besos


C. lloraba cuando veía “Más Allá De Los Sueños”. Y cuando no la veía también.
C. soñaba con gente que se moría en el mismo cuarto de donde ella no podía salir.
C. no se tocaba su cicatriz cuando se bañaba.
A C. solían decirle que tuviera cuidado con los hombres, con los perros, con el frío y con las ilusiones. Según V. no se protegía lo suficiente de esas cosas.
C. no era supersticiosa.
C. no sabía cantar, pero cantaba igual. Y bailaba muy bien, pero nunca lo hacía.
C. no decía mentiras, tampoco las detectaba.
C. tenía algunas visiones.
A C. le gustaba el mar, pero escalaba montañas.
C. tenía pocas pulgas, pero picaban.
C. no buscaba el cofre de oro al final del arco iris.
C. no creía en dios, porque dios no creía en ella.
C. no sabía jugar a las escondidas, la encontraban aún tratando de decidir dónde se escondería.
C. había dejado de fumar unas doce veces, y lo haría otras tantas.
C. estornudaba fuerte.
C. era generosa con todos y avara consigo misma.
A C. se le caían las cosas de las manos.
C. no le tenía miedo al amor, el amor le tenía un poco de miedo a ella.
A C. le gustaban los círculos, los empedrados, los chocolates, los jazmines y los imposibles.
C. no podía disimular la tristeza pero sabía contener la risa.
C. no creía en fantasmas pero vivía en la casa de los espíritus.
C. no sabía detenerse a tiempo.
C. pedía perdón antes de haber pecado.
C. tenía miedo de perder lo que aún no había encontrado.

Nunca conocí a C., sólo transcribo aquí las habladurías de la gente.

Paula Hewson
Julio de 2009.

lunes, 31 de agosto de 2009

Gol de mujer


“Triunfás porque sos apenas
embrión de carne cansada
y porque tu carcajadaes
dulce modulación.
Cuando implacables los años
te inyecten sus amarguras...
ya verás que tus locuras
fueron pompas de jabón.”

Pompas de jabón.
Letra de Enrique Cadícamo
Música de Roberto Emilio Goyeneche

Ah querido Enrique, mi muy querido Enrique, lamentablemente debo diferir en esta oportunidad respecto de tu visión sobre las ilusiones. Tantas veces soplé a través del aro enjabonado de los delirios, buscando utopías en cada una de las burbujas que se le desprendían, parte gracias a la sofisticada maquinaria que las formaba, parte gracias a la fe irracional con la que llenaba los pulmones de aire… Y aunque la mayoría de las veces los esféricos sueños se desmaterializaban en el aire casi instantáneamente apenas elevados, hubo veces, grandiosas veces en que volaron más allá de lo imaginable, hasta perderse llevando consigo el orgullo iridiscente del logro.
Hubo amarguras, claro está. Posible y lamentablemente tal vez vuelva a haberlas. Pero sobre todo hubo esperanza. Y feliz y afortunadamente la seguirá habiendo. Que nadie nos quite la exquisita e impertinente liviandad de ser SOÑADORES CRÓNICOS.

M.C.
Agosto de 2009.

jueves, 23 de julio de 2009

Loco (tu forma de ser)


"Abrió los ojos para dármelos, con tanta furia que yo podía esperar que cayeran, sentir el golpe simultáneo contra el suelo de las dos gotas blandas.
/.../
... todos olieron los jazmines en secreto o con disumulo, comprobaron la existencia de perdones para cada injusticia, intuyeron que cada verdadero deseo engendra una promesa de cumplimiento."

Juan Carlos Onetti - Juntacadáveres.

sábado, 18 de julio de 2009

One of these days


Apurada sacó el suéter que estaba en la mitad de la pila, y se quedó atónita mirando el derrumbe colosal de colores. Convengamos que para ella “colosal” tenía que ver con los otros cuatro pulóveres que componían la pila hasta llegar a la cima.

Lo sorprendente fue que no largara aterrada el que tenía en la mano para comenzar a ordenar en tiempo y forma el caos del ropero.

Ana levantó las cejas, cerró la puerta corrediza del placard y comenzó a vestirse.

Sacó las botas marrones, pero no guardó las negras en la caja vacía. Por supuesto todos los zapatos tenían sus cajas, con una pequeña salvedad que era que un par se había convertido en homeless por una distracción momentánea durante la cual su caja fue tirada a la basura creyendo que sobraba. Así comenzó el éxodo de pares que cambiaban de una caja a otra según fueran usados.

Vació el paquete de yerba nuevo en el frasco que usaba a diario, y el sobrante del paquete (siempre quedaba menos de un cuartito de yerba que no entraba en el recipiente) no fue a parar como era habitual al otro frasco guardado en la alacena sino que fue tirado en ella dentro del envoltorio de papel malherido durante la apertura. Ya con el termo bajo el brazo y el mate en la otra mano se dirigió al escritorio, sin el individual utilizado para proteger al impoluto algarrobo. Apoyó el termo, cebó otro mate y vio como se deslizaba una gota atómica hacia el mueble. Sin atinar a asesinarla en el viaje, la vio depositarse burlonamente –hubiera podido jurar que la gota tenía una mueca de triunfo- arriba de una de las mejores vetas de la madera. Se bajó la manga lo suficiente como para tapar la palma de la mano, y arrasó con la gota dejando una humedad negruzca arrastrada al lado del termo.

Descargó los mails, dejando en la bandeja de entrada los correos sin abrir que ya daba por sentado correspondían a la papelera, siguió leyendo los otros, sin molestarse por los intrusos intercalados.

Estando en el baño cambió el papel higiénico, tirando el cilíndrico esqueleto de cartón en el bidet. Mientras se abrochaba los pantalones veía como el tubito absorbía deshidratado el agua del pequeño chorrito que perdía a través del agujerito enlozado. Dejó que se embriagara a piaccere apagando la luz naturalmente.

De camino al cuarto miró de reojo la pelusa de considerable peso que estaba al lado de la puerta, siguió hasta el placard sin pensar siquiera en levantarla y arrojarla sin culpa alguna en caída libre a través de la ventana.

Abrió la puerta y sacó el abrigo verde. Giró sin cerrarla.

Otra vez en el living cargó en la cartera negra los petates que estaban sueltos por la casa. Es difícil creer que no haya notado la falta de combinación con el calzado, pero Ana no fue en busca del bolso marrón que hacía juego con las botas puestas. Salió al palier y llamó al ascensor, puso llave sin revisar previamente que la gata no hubiera quedado encerrada en algún armario.

Ya en la calle tiró las llaves dentro de la cartera, pero no en el bolsillo adecuado.

Compró cigarrillos y el vuelto, mezcla de monedas y billetes, fue a parar al bolsillo del abrigo, sin ser correctamente separado según su formato y valor nominal. Sacó el boleto en el 152 y lo tiró al suelo. Estuvo por girar sobre el hombro, para reafirmar que había hecho eso, pero encaró hacia asiento que se liberaba.

Ya a una cuadra de la casa de Juan repasaba su discurso, sabía que él quedaría descolocado. Sin ni siquiera cruzar la puerta le daría un beso en las manos y le diría que no sabía bien qué era, pero que algo en ella súbitamente había cambiado.

En el bolsillo del jeans se golpeaban las monedas separadas para el viaje de regreso. Las contaría en su palma y guardaría prolijamente la de cinco centavos que sobraba en el monederito azul con lunares blancos.

MC
Julio 2009.

sábado, 11 de julio de 2009

En brazos de la fiebre



Puedo mirar por tu ventana.
Puedo seguir tus movimientos, algo entrecortados por tu ir y venir de un ambiente a otro.
No te espío, te merodeo…
Sujetás el teléfono entre la oreja y el hombro mientras buscás algo en el bolsillo de la campera que esta tirada junto a la ventana. La arrojás de nuevo moribunda al lado de un sillón y te sentás sacándote las zapatillas frotando un pie contra el otro.
Te veo reír. Vos no me ves mirarte.
Tu gato se trepa buscando caricias y lo acostás sobre tu falda. Cómo te reís. Veo que te reís fuerte. El gato se baja.
Apoyás el teléfono en el brazo del sillón, ya cortaste.
Te sacás rápido la remera y retomas el inalámbrico, seguís hablando, yo pensé que habías cortado.
Te acercás a la ventana y yo me corro rápido, con una puntadita en el pecho, me escondo detrás de la pared como si pudieras verme, como si ya supieras que te observo. Vuelvo a mirar, asomando sólo el ojo izquierdo. Tenés la frente apoyada en el vidrio y con la yema del dedo índice hacés dibujitos sobre el círculo de humedad condensada que generas con tu aliento caliente.
Volvés al sillón.
Con una mano te desabrochás el cinturón. Seguís con un par de botones de la bragueta.
Salgo del escondite y me paro de frente, bien de frente, para verte mejor. Acomodas de nuevo el teléfono entre tu cara y el hombro, y ahora que tenés esa mano emancipada de la charla, la enviás en ayuda de la otra que está investigando por debajo de tus jeans. Se te cae el teléfono y yo retrocedo unos pasos como buscándolo a mis pies. Tratás de sujetarlo, yo también me acomodo, te torciste un poco, pero así mejoras mi campo visual. Seguís hablando con la cabeza apretando fuerte el teléfono. El gato se sube y lo sacás con el codo. Te arqueas hacia arriba y las dos manos empiezan a chocarse apuradas por estar adentro de tus pantalones. Flexionas las rodillas, levantas la cola y empezás a bajarlos. Yo abro la ventana para que el reflejo no me moleste. Detrás tuyo el gato mueve la cola enojado. Detrás mío se abre la puerta y entra Marcelo. –“Que frío de mierda! Qué hacés ahí? Cerrá esa ventana y sacá la cervecita del freezer Tati, vení rápido que se enfrían las empanadas…”

M.C.
Julio 2009

lunes, 6 de julio de 2009

La respuesta es fácil


Paula entendía perfectamente el Carpe Diem en su concepto. Pero nunca lo pudo incorporar.

Estaba por hacer algo que disfrutaría, pero estaba pendiente de lo que no había sucedido antes y de lo que no sucedería después. Sucesos imaginarios, claro está, por lo menos los futuros, todas elucubraciones de su duda, de su síndrome de abandono crónico. Por supuesto no tenía certezas sobre la NO realización de aquellas cosas que ya daba por sentado que no ocurrirían esa tarde.

Por supuesto, Paula estaba enojada. Quería hacérselo saber a Pablo, pero no podía. Entonces vagaba de una habitación a otra como distante, como ocupada. Respondía con monosílabos a la alegría de Pablo. ¿Pero qué iba a decirle?, ¿qué había para “hacerle saber”?, nada en concreto, los fantasmas de la inseguridad no se ponen así no más sobre la mesa del otro.

Igual, lo peor se daba adentro, adentro era como una bolsa de gatos, adentro se fermentaban los miedos y se pegaban en el fondo de la olla.

Mejor iba a lavarse la cara y a tratar de dejarse de auto hincharse las pelotas. Iba a hacerse la boluda de sí misma.

Se levantó pensando nuevamente con armar un marquito para pegar en la puerta, de manera de chocarse con él indefectiblemente (siempre le gustó usar esa palabra). Un carpe diem en verdana 72 sería suficiente. Otra vez será, todavía había que hacer otras cosas.

Ahora, entre nosotros, no creo que Paula lo logre. Ella es de los que antes de armar la valija, ya están pensando en la ropa que tendrán que lavar a la vuelta de las vacaciones…

M.C.
Julio 2009.
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Carpe diem es un concepto latino que fue acuñado por el poeta romano Horacio.
Su traducción literal significa “cosecha el día”, lo que hace referencia a la importancia de aprovechar el tiempo y no malgastarlo.
La frase completa utilizada por Horacio fue “carpe diem quam minimum credula postero”, que puede traducirse como “aprovecha el día, no confíes en mañana”.
Puede considerarse desde dos puntos de vista: por un lado, es una exhortación a no dejar pasar el tiempo; por el otro, puede referirse a disfrutar de los placeres de la vida en el presente, sin pensar en el futuro que es incierto.

Te deseo el cielo


Feliz cumpleaños número 9, Theo!!!!!!.
(Hacer CLICK en la imagen, para ver más cerca uno de los mejores días de mi vida!)

miércoles, 1 de julio de 2009

Escenas de la vida amorosa


-Poné la mesa Lu, querés?. Grita Mara desde la cocina.

-See. Balbucea Luciano, no queriendo.

-Largá la tele man, no nos vemos en todo el día y estas pegado al control remoto.

-See. Responde Luciano, más apegado que nunca a la botonera / escudo.

-Ah!! Vení, vení que te cuento lo que me dijo Graciela, mi hermana está mas loca que una cabra.

-Mirá vos… Murmura Luciano pensando que en el país de los ciegos el tuerto es rey…

-Y la mesa? La pusiste? Tengo que pedirte todo dos veces? Dos? Tres, cuatro, cinco…, dejá, dejá, la pongo yo, como siempre, como todo. Total…

-Uh!. Escupe Luciano queriendo meterle a Mara el control remoto en la boca, mientras se imagina la boca deformada por el control, con la lengua como loca haciendo un zapping furioso por todos los canales, ida y vuelta, vuelta e ida. Se ríe.

-De que te reís? Te reís solo como un boludo. No querés saber que me dijo Gra?, sacaste la basura? Seguro que no, nunca la sacás… Me crucé con Diego, esta más flaco viste? Esa conchuda le caga la vida.

-Por lo menos se lo coge. Piensa Luciano, no lo dice, claro.

-No me decís nada?

-Esta la comida? Rezonga Lu.

-Si querido, esta la comida, esta la mesa puesta, esta la basura sacada. Que más quiere el señor?

-Hay pan?. Dice. Ser sordo, piensa.

-Toma, si querés savora hay en la heladera. Bueno, te cuento, Graciela quiere hacer un asadito para el cumple, viste?, pero quiere hacerlo acá en casa, dice que es más grande y que si te copás –aunque vos nunca te copás en lo que sea que te pida mi familia- podes hacerlo vos que te sale riquísimo. Pero quiere invitar a Javier, esta del coco Graciela!! El pibe no le pasa ni la hora y lo quiere invitar! Yo no puedo hacerme la estúpida en mi propia casa, vos crees que… Me escuchas Luciano?...

-See, claro. Dice Luciano, mientras piensa que mañana es sábado y tal vez pueda rajarse al estudio de Martín...

Paula Hewson.
Julio 2009.

viernes, 19 de junio de 2009

Con lo que eso duele


Si sólo te pido que me dejes caer en las arenas movedizas del olvido, ¿por qué te resulta tan difícil de sobrellevar mi deseo crónico de abandono?.
Si no supiste acompañarme en la construcción, no te me acerques ahora en el derrumbe.
¿No te cansaste ya de alfiletearme los ojos a través del muñeco vudú que llevás colgado del cuello?
Cuando no hago nada, me pedís el todo.
Cuando avanzo un casillero, pateas el tablero.
Dicen que las mujeres tienen un sexto sentido, a mi me pinta histeria de pura cepa.
No te percibo astuta, más bien te leo irónica.
Ni te recuerdo contemplativa, sino bastante lejana.
No tengo segundas intenciones, apenas tenía unas pocas primarias que te comiste en la tercera cena a media luz.
Camino con una venda en los ojos para no verte en los portarretratos, pero te encuentro en las texturas de lo que tanteo a diestra y siniestra.
Cuando pruebo otros mares con la puntita del dedo, separás las aguas dejándome en el más estéril desierto.
Soy vulnerable a tus exquisitos dones: me enamoran tu egoísmo, tu frigidez, tu inconstancia y tu iniquidad. Ah, ¿pero cómo?, ¿esos eran tus defectos?, tengo mala memoria para los buenos momentos…
A veces me siento un súper héroe, tantas otras me creo que no valgo la pena…
Y cuando asomo el hocico, aparecés presta a fumigar mi atrevimiento.
Te gusta damnificar mis sentimientos, andás por mis jardines clavando tu taco aguja en mis canteros.

Paula Hewson.
06/2009.

Para un amigo, sobreviviente de la estocada del amor. Corte orejas querido, deje la jindama rendida en la arena!.

miércoles, 17 de junio de 2009

Delirium Tremens

Tu cepillo de dientes me sonrío,
yo estaba sentada en el inodoro, mirándolo por ver algo,
y te juro que me sonrío con la boca bien abierta,
mostrándome todos sus dientes / cerdas.

Traté de no darle importancia al hecho,
distrayéndome en los quehaceres del feriado,
hasta que me iba para la cocina
y noté que las pantuflas que me regalaste me seguían.

Entonces opté por un tilito, que bajo las circunstancias no venía mal.
Y mientras esperaba frente a la pava,
atrapada en una ráfaga de estornudos,
el pingüino blanco que me trajiste de Tandil
me deseó un “salud” tan clarito que no pude más que agradecerle.

Aún así intenté no preocuparme y me tomé una aspirina.
Me supuse cansada, y la rojita esa, la plus, dicen que activa.
Pero me asusté un poco cuando ya en el escritorio
el mouse que me conectaste el lunes
trepó por mi antebrazo y se acurrucó en mi hombro.
Ronroneando rarito.

Preferí acostarme un poco,
pero salté de la cama bastante nerviosa
cuando tu remera verde salió de debajo de la almohada
y comenzó a lamerme los pezones.

Me fui a dar una ducha, con la música fuerte,
como para espantar fantasmas, viste?
El problema fue cuando abrí la puerta del baño
y estaban todos los cd’s que me prestaste
bailando en ronda al compás de Todo Se Transforma, de Drexler…

Cuando me senté desnuda en el sillón,
tratando de prenderme el cigarrillo con el pulso alterado,
tu BIC amarillo grande, el que te dejaste en casa,
se encendió y me lo prendió con un guiño cómplice.

Yo te vengo diciendo que tenemos que vernos mas seguido.
Pero vos me decís que exagero.

MC
Junio 2009.

Salud (dinero y amor)



Este texto fue escrito para el programa que irá el jueves 18 de junio a las 21hs por FM La Tribu. Yo creí que estaba bueno, hasta que lo compartí con Nacho Pons, quien mientras lo leía me fue tirando unos 10 temas más, que yo obvié, y que REALMENTE son los que deberían haber ido! Después de haberme pasado el trapo, dudé sobre la “genialidad” del textito, pero de todas formas lo comparto.
Nachito, estás invitado a subir los temas que encontraste antes de que los publique bajo mi nombre!!
__________________________________

Música y salud!!

Podemos hacer todo un compendio sobre los músicos que han nombrado el vino en sus canciones.
Tal vez ya se estén sonriendo acordándose de algún tema de esos que les partió la cabeza –o el corazón en su defecto- que nombra al vino de la mano del olvido, de mujeres, de amigos, de despedida, de despechos y frustraciones, de guitarras y reencarnaciones.
El vino como invitación, como consejero en la desgracia, como excusa, como acercamiento. Muy pocas veces el vino es usado como metáfora para el romance o el festejo.
Desde los más rockeros, pasando por los boleros, el tango, el folclore, las baladas, la cumbia o los clásicos, todos en su género han sabido darle al vino un lugar entre sus estrofas.
Un lugar que no es menor y que no pasa desapercibido, sino que invita a brindar a la salud de todos los autores que lo han nombrado!

Comenzando por Spinetta que a través de Los Libros De La Buena Memoria sabía que “el vino entibia sueños al jadear, desde su boca de verdeado dulzor”.

“Son las cinco y Palermo tiene poco que contar, en casa hay dos vinos si prometes que no te enamoras”, era la difícil condición que Iván Noble imponía en Fulanos De Nadie.

En Bitter Wine, Bon Jovi entendió que el más exquisito elixir puede convertirse en un agrio recuerdo cuando escribía “tu amor era mi salvación, siempre podía animarme, lo que una vez fue agua bendita, ahora sabe a vino amargo”.

“Vino tinto, de ti depende, todo lo que puedo hacer ya lo he hecho, los recuerdos no se van”. Cantaban los UB40 precisamente en Red Red Wine, cansados de no poder olvidar.

Hasta el más egoísta hubiera convidado en una fiesta a La Mona cuando gritaba “Estoy a punto de morir de sed, porque no encuentro algo para tomar. Díganme, solo quiero saber quién se ha tomado todo el vino?

Y Sin Embargo, también Joaquín Sabina recorrió los caminos del abandono diciendo: “Porque una casa sin ti es una emboscada, el pasillo de un tren de madrugada, un laberinto sin luz ni vino tinto, un velo de alquitrán en la mirada.

“Carnaval, las ruedas vuelan y los colores giran. A través del alcohol, vino rojo que punza la piel cara a cara en un lugar árido y sin agua”, señala Bono ardiendo en El Fuego Inolvidable.

Desde su Morada Fría, Diego Frenkel traía junto a La Portuaria aquel “y ahora sólo está el vino que chorrea de mi boca, la sangre que al amor la tierra del desierto convirtió”.

“Nena, hay alegrías y alegrías. Hay mucho vino malicioso y poco vino del mejor”, pudo contarnos con toda la razón Carlos Indio Solari en Yo No Me Caí Del Cielo.

Mientras tanto Roger Waters aseguró que “el amor es la sombra que madura el vino” en Set The Controls For The Heart Of The Sun.

Cátulo Castillo nos bendijo en su Última Curda escribiendo “¡Ya sé que te lastimo!¡Ya sé que te hago daño llorando mi sermón de vino!”. Llore maestro, a usted le perdonamos cualquier cosa.

Al despedirse de la pasión en Como Te Diré, Sandro cantó: “¿Cómo te diré, que aquella flor que era este amor se marchitó, que el pájaro de sueños que tuvimos ya voló, que el vino estimulante del deseo se acabó?”

En Vino Tinto los chicos de Estopa comprendieron el quid de la cuestión y afirmaron que los años no sólo pueden mejorar a los licores: “Fíjate un objetivo distinto, que soy como un vino tinto: que si me tomas en frío engaño, y con los años me hago mas listo, cariño”

Paseando por Macarthur Park, Frank Sinatra cantaba: “Habrá otra canción para mí, porque la cantaré. Habrá otro sueño para mí, alguien lo traerá. Oh, beberé el vino mientras que este caliente”.

Quedó claro que los Beatles sabían de sabores duraderos cuando en A Taste Of Honey aseguraban que “tuyo fue el beso que despertó mi corazón y dura aún -por más que estemos apartados- un gusto a miel que sabe más dulce que el vino.

Y “nada remedia con llanto, nada remedia con vino: al contrario, la recuerda mucho más su corazón”, se lamentaba José Feliciano con La Copa Rota.

A Charly García nadie le hubiera cobrado la deuda que refería en Peluca Telefónica revelando que: “Cuando vuelvo a mi casa temprano me tengo que tomar un litro de vino prestado, que no pienso pagar.

Aún Tan Solo, Ciro Martinez estaba rodeado de tentaciones: “Quizás no sea el vino, quizás no sea el postre, quizás no sea no sea nada; pero hay tanta belleza tirada en la mesa, desnuda toda rebalsada.

Michael Hutchence no pudo cumplir con su deseo en Never Tear Us Apart, donde aseguraba que “podríamos vivir por mil años, pero si te lastimo haría vino de tus lágrimas”. Y cuánto me hubiera gustado que pudiera hacerlo.

“Después del vino, sus lágrimas brotan a borbotones”, descubre Mick Jagger en Blind Leading The Blind.
Y un poco más joven nos decía “Hoy la vi en la recepción, con un vaso de vino en la mano. Supe que encontraría su conexión pero a sus pies tenia a su despreocupado hombre” Bien sabías que You Can’t Always Get What You Want, Mick.

Desde el más acá, Horacio Guaraní pedía Volver En Vino, diciendo: “Quiero morirme cantando bajo tu parra madura y que me entierren al alba regao de vino mi tumba, regao de vino mi tumba”.

“Amigos, cuando se tiene un pesar dentro del corazón, no se puede evitar que el vino se vuelva pesado y llorón” explicaban D'Arienzo y Romero en El Vino Triste, inmortalizándolo a través de la voz de Hugo del Carril.

Y poniéndole nombre de pila al vino tinto, Banda Criolla se atrevió a cantarle al amor asentando que: “Este Malbec hoy me anima a pedir auxilio. Será por este corazón, será por esta habitación, será porque en el mundo hay amor”.

Ojala me ayuden a completar esta lista que es mucho más extensa de lo que mi precaria memoria les ha presentado.

M.C.