martes, 1 de septiembre de 2009

Tengo una muñeca que regala besos


C. lloraba cuando veía “Más Allá De Los Sueños”. Y cuando no la veía también.
C. soñaba con gente que se moría en el mismo cuarto de donde ella no podía salir.
C. no se tocaba su cicatriz cuando se bañaba.
A C. solían decirle que tuviera cuidado con los hombres, con los perros, con el frío y con las ilusiones. Según V. no se protegía lo suficiente de esas cosas.
C. no era supersticiosa.
C. no sabía cantar, pero cantaba igual. Y bailaba muy bien, pero nunca lo hacía.
C. no decía mentiras, tampoco las detectaba.
C. tenía algunas visiones.
A C. le gustaba el mar, pero escalaba montañas.
C. tenía pocas pulgas, pero picaban.
C. no buscaba el cofre de oro al final del arco iris.
C. no creía en dios, porque dios no creía en ella.
C. no sabía jugar a las escondidas, la encontraban aún tratando de decidir dónde se escondería.
C. había dejado de fumar unas doce veces, y lo haría otras tantas.
C. estornudaba fuerte.
C. era generosa con todos y avara consigo misma.
A C. se le caían las cosas de las manos.
C. no le tenía miedo al amor, el amor le tenía un poco de miedo a ella.
A C. le gustaban los círculos, los empedrados, los chocolates, los jazmines y los imposibles.
C. no podía disimular la tristeza pero sabía contener la risa.
C. no creía en fantasmas pero vivía en la casa de los espíritus.
C. no sabía detenerse a tiempo.
C. pedía perdón antes de haber pecado.
C. tenía miedo de perder lo que aún no había encontrado.

Nunca conocí a C., sólo transcribo aquí las habladurías de la gente.

Paula Hewson
Julio de 2009.

2 comentarios:

Marcelo Vivar dijo...

Todos queriamos a C. Y siempre nos acordamos de ella.

M.C. dijo...

Yo también la quería Marcelita... y a veces no me acuerdo dónde se me perdió :)