"Como una escuela de todas las cosas, ya de muchacho me diste entre asombros: el cigarrillo, la fe en mis sueños y una esperanza de amor. /.../ En tu mezcla milagrosa de sabihondos y suicidas, yo aprendí filosofía... dados... timba... y la poesía cruel de no pensar más en mí. /.../ Sobre tus mesas que nunca preguntan lloré una tarde el primer desengaño, nací a las penas, bebí mis años y me entregué sin luchar". Enrique Santos Discépolo.
Estando con unos amigos en el hall del teatro donde había sido invitado a presenciar un estreno, se le acerca una mujer refinada y de perfectos modales. Sin reconocerlo, le pregunta: "Caballero, ¿me podría indicar dónde está el tocador de damas?" Discépolo, le extiende una mano y le dice: "SOY YO SEÑORA, A SUS ÓRDENES". La mujer en cuestión, le pegó un cachetazo y se retiró sonrojada.
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